La vida del compositor polaco siempre fue accidentada, pasando por los claroscuros de la guerra, que más que eso eran negros, su enfermedad respiratoria, una vida cruel en el exilio, presa del dolor, la soledad y la melancolía es atormentado por el amor, sin duda una clara muestra de que a veces el dolor saca lo mejor de las personas, Frédéric Chopin gran maestro compositor y pianista cuyas melodias aun hoy siguen destilando el pesar de su melancolía y el dolor que sentía mientras las componía, era tal su pesar que incluso pensó en suicidarse.
A finales de octubre de 1836, Frédéric es invitado por Franz (Liszt) y Marie (la condesa d’Agoult) a una reunión de amigos en el Hôtel de France, Sand llega acompañada por sus hijos -los tres de pantalones- y Mme Marliani. Chopin llega acompañado por Ferdinand Hiller. Liszt le presenta a una mujer famosa: George Sand, nom de plume(Seudónimo) de la escritora francesa Aurore Dudevant. El joven polaco tenía entonces 26 años, y la dama 32 y hasta entonces, él se había comportado discretamente, como una especie de refinado dandi que llevaba una activa vida social en su ámbito.
Al ser presentados, Sand murmura al oído de Mme Marliani. «Ese señor Chopin, ¿es una niña?»
« ¡Que antipática es esa Sand! ¿Es una mujer? Estoy por dudarlo»- comenta Chopin a Hiller saliendo del hotel.17
A todo esto se le suma la última novela de George Sand Lucrezia Floriani, en la que ella y Chopin aparecen descriptos de modo transparente en la figura de sus protagonistas: Lucrezia y Karol, -siempre con la particular perspectiva de Sand de ver la vida y situarse en un pedestal.
Lucrezia, famosa actriz italiana se ha retirado al campo para criar a sus hijos, conoce a un adolescente dulce y sensible quién se enamora de ella y comienza un romance en el que Lucrezia cuida a Karol como un “gatito enfermo” y sufre por el difícil carácter de Karol que padece celotipia.
Una noche, Sand lee su novela a Chopin y Delacroix, Chopin finge no reconocerse en Karol, pero Delacroix confiará a Mme Jouvert: « ¡Pasé tormentos durante esa lectura! El verdugo y la víctima me asombraban por igual (…) A medianoche nos retiramos juntos (…) aproveché la ocasión para sondear sus impresiones. ¿Representaba un papel conmigo? No, en verdad no había entendido…»
«Nadie, en el círculo de amistades de los dos amantes, dudó ni un solo instante de la realidad de esa presunta ficción. Ni Liszt, ni Balzac, ni Leroux, ni Mme Marliani, ni Marie Rozières, ni Heine (éste escribe a su amigo Laube: Ella (George Sand) maltrató escandalosamente a mi amigo Chopin en una novela detestable, divinamente escrita.»
Sand niega ninguna relación, entre ellos y los protagonistas, cuando se la interpela. Pero Chopin, dos años más tarde, dejará traslucir, que adivinó perfectamente la maniobra de su amante, en una carta que escribe desde Escocia: «Nunca maldije a nadie, pero ahora me siento tan harto, que me sentiría mejor si pudiera maldecir a Lucrezia…»
El disparador del fin es la complicada situación generada por el casamiento de Solange con Clésinger, como Sand prohibe a Chopin mencionarla siquiera si quiere volver a Nohant, Chopin nunca volverá.
Antes de su partida hacia Londres Chopin escribe a su hermana Luisa en Varsovia respecto a Sand, luego del alejamiento de Solange…
«…trata de olvidar, de aturdirse como le sea posible. Solo despertará cuando su corazón hoy dominado por la cabeza le produzca demasiado dolor (…) Que Dios la guíe y la proteja, pues no sabe distinguir entre un afecto verdadero y una adulación (…) Ocho años de una vida en cierto modo ya arreglada eran demasiados años. Dios ha permitido que durante esos años crecieran sus hijos. Si no hubiese sido por mí, hace tiempo que su hijo y su hija ya no estarían con ella, sino en casa de su padre. (…) Entre nosotros, solo ocurre que ya no nos vemos desde hace tiempo, sin que haya habido entre nosotros ninguna batalla, ninguna escena. Y no he ido a su casa porque ella me ha impuesto como condición la de guardar silencio acerca de su hija.»
Gavoty reflexiona sobre el carácter de Chopin: «Por primera vez, quizá, Sand acaba de chocar –sin gritos y sin dramas- con alguien que le hace frente: y ese alguien es ese silfo transparente, el pálido Karol, el fantoche a quien llamaba con una ternura un tanto apiadada, “Chip” o “Chipette”. El carácter, la virilidad fundamental, la nobleza de Chopin, aparecen al final de una aventura que había unido –creía ingenuamente Sand- a una mujer fuerte, irreprochable, infalible, y un artista vacilante, manejable, dispuesto a aceptarlo todo (…) Una vez más, la psicología de la amazona de Berry es defectuosa.Vía: www.wikipedia.com
Chopin, una gran vida de melancolia
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